Indudablemente la historia de nuestra región es muy rica. Miles de anécdotas y de historias familiares se entrecruzan entre ellas formando así un pasado rico pero a su vez complejo a la hora de analizar distintos aspectos. Y uno de ellos es el funerario. Próximos a conmemorar un aniversario más del inicio de la Colonia San José (1857 – 2022), quiero compartir con ustedes una historia significativa que seguramente muy pocos conocen.
La historia funeraria de nuestra zona es compleja por naturaleza, pues está conformada por personas que distintos orígenes que compartieron un mismo espacio en contextos diferentes. Sin embargo, a corto o largo plazo, sus vidas culminaron en un mismo espacio: el Cementerio. Quizás se analizamos finamente los procesos históricos podrían enfocar nuestro análisis en que si fueron sepultados en el primer cementerio o en el actual. Pero no es tema de este artículo.
Desde 2018 vengo recorriendo cementerios y no deja asombrarme la infinidad de detalles que uno encuentra en cada visita. Primero se realiza un recorrido general, observando los elementos más sobresalientes, pero luego viene la etapa más intrigante, poder captar aquellos elementos, simbologías, nombres de personalidad y saber de qué se tratan, quiénes fueron, qué hicieron en sus vidas, entre otros de los interrogantes que surgen en este tipo de espacio.
A todo esto, no escapa de este análisis aquellos espacios que suelen ser considerados como "olvidados", "abandonados" o más bien, con cruces de estilos simples que sólo conservan (una especie de suerte que no cuentan todas las sepulturas) las chapitas o placas identificatorias. Por otro lado, los datos que se pueden obtener de los registros parroquiales (libros de defunciones, los libros de difuntos del registro civil, o ahora también aplicando el uso de la tecnología de la página de Family Search, podemos obtener una gama importante de datos que nos obligan – si queremos construir o reconstruir una biografía – a tener que "atar cabos" para poder interpretar la realidad de cada caso.
Pero como el título de este artículo lo indica, me voy a referir a una de esas tantas tumbas que sólo tienen un cruz simple (no tan simple porque es de hierro forjado) y que aún conserva (como se puede ver en la foto anexa) la chapita/placa indentificatoria que indica el siguiente nombre: JOSÉ VIGROUX: SACERDOTE (1840 - 1910).
En el acta de su defunción se detalla lo siguiente: "EN LA VILLA SAN JOSÉ, DEPARTAMENTO COLÓN, ENTRE RÍOS, A LOS 30 DÍAS DEL MES DE MARZO DE 1910, ANTE MÍ, JUAN M. DIAZ, JEFE DE LA OFICINA DEL REGISTRO CIVIL, COMPARECIÓ DON JOSÉ MOREL, DE 36 AÑOS DE EDAD, ESTADO CASADO, ARGENTINO, DOMICILIADO EN COLONIA SAN JOSÉ, AGRICULTOR, QUIEN DECLARÓ QUE A LAS 11 Y MEDIA DE LA MAÑANA DEL DÍA DE AYER, HABÍA FALLECIDO EN COLONIA SAN JOSÉ UNA PERSONA DE SEXO MACULINO LLAMADA JOSÉ VIGROUX DE 70 AÑOS DE EDAD, SOLTERO, PROFESIÓN SACERDOTE, NACIONALIDAD FRANCÉS, QUE HABÍA MUERTO DE UREMIA, SEGÚN CERTIFICADO MÉDICO DEL DR. MIGUEL ESTEVA BERGA EL CUAL QUEDA ASENTADO EN ESTA ACTA. PADRES DEL DIFUNTO: ANTONIO VIGROUX Y DOÑA ANA ELIZABERT, AMBOS FALLECIDOS, QUE HABÍAN DEJADO TESTAMENTO OLÓGRAFO. SON TESTIGOS DE ESTA DEFUNCIÓN: ESTEBAN BONOT Y PEDRO BORDET, AMBOS DE VILLA SAN JOSÉ".
Sin lugar a dudas, considerando por un lado el origen del apellido Vigroux, los años con los cuales contaba al momento de morir en el año 1910, este sacerdote era había nacido en el viejo continente, y como tanto otros como él, emigraron a estas tierras en busca de un devenir mejor.
Se afincó en la Colonia San José viviendo sus últimos años de vida en esta zona ejerciendo su ministerio sacerdotal en la iglesia de la Colonia, colaborando con las tareas al Pbro. Beroard.
En una publicación del Diario El Entre Ríos del 15 de junio de 1987, el Centro de Estudios Históricos de San José publica un breve artículo en referencia a este sacerdote el cual agrega a lo ya expuesto en líneas anteriores, algunos aspectos curiosos de su personalidad y que paso a transcribirles a continuación: "Tenía una propiedad vecina a la de D. Francisco Bidal. Le gustaba la naturaleza, pues estaba en contacto con ella, ya en el río para pescar, o en el bosque para cazar. En su casa había siempre colgados de los tirantes liebres y perdices que le servían de alimento. Criaba cerdos, tenía vacunos y dos caballos.
Recorría la Colonia e iba a la plaza todos los días; tenía una jardinera muy grande que se conservó durante muchos años. Algunos lo veían como un jinete con larga sotana llegando hasta una familia de colonos para dar allí misa. Los niños lo veían acercarse y salían corriendo para llamar a los vecinos, según la costumbre, concurriendo todos al oficio religioso.
Cuando el P. Beroard debía alejarse de la Iglesia, el P. José Vigroux que siempre ayudaba en la celebración de los domingos, oficiaba la ceremonia. (...) hubo muchas personas quienes perfectamente lo admiraron, ya por sus charlas en el negocio de Plumer o por la forma de hablarle al caballo de su jardinera. José Premat, Juan Cardozo y C. Richard lo conocieron en su juventud, pues vivieron con él.
Siempre estaba rodeado de niños. A los 77 años (recordar que es una publicación de 1987, en la actualidad son 112 años de su fallecimiento), alguien deposita todavía una flor sobre la tierra desnuda que cubre sus restos. Una cruz de malta (ya no existe) rubrica el epitafio a la sombra de un pino centenario"
Su sepultura se encuentra en el Cementerio de la ciudad de San José, siendo necesario pensar en la posibilidad de considerarla como patrimonio histórico o al menos poder ponerla en valor por la historia que conserva.
Como verán, pequeñas pero significativas historias como éstas, son las que nos atrapan a quienes estudiamos a los cementerios, a quienes los concebimos como museos a cielo abierto y cuyo lugar es el ADN de nuestro pasado.
Prof. Alejandro González Pavón
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