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Cultura

Inmigrantes: su traslado desde Ibicuy

Aporte del Profesor Gabriel Velzi sobre la Colonia San José en el 164º aniversario de su fundación.
Foto ilustrativa
Foto ilustrativa

Lentamente los lanchones remontaban el Río Uruguay, el paisaje no variaba mucho a lo largo de toda la costa, monte y solo monte, la selva en galería, muestra todo su esplendor a la vista, pero los ojos de los viajeros que se encuentran a bordo no disfrutan del paisaje, ¡¡si estas eran las nuevas tierras a las cuales los traían no se veían muy aptas para habitar y menos aún para cultivar!!.

Las embarcaciones se abroquelaban al viento norte, que hacia flamear el velamen y se sumaba a la fuerte corriente dificultando la travesía. Habían partido el lunes 29 de Junio de aquel año 1857 y éste era ya el tercer día que llevaban de navegación, desde que habían dejado las malas tierras del Ibicuy, donde habían sido ubicados por Sourigues a pedido del General Urquiza después de haber llegado al puerto de Buenos Aires, el 25 de Mayo y enterarse de mano del agente de inmigración, Charles Berk, que su destino hacia el que habían partido -64 días antes- de Europa hacia la Pcia. de Corrientes, ya no existía mas al haber caducado el Contrato de Colonización firmado entre la Casa de Contratación Berk - Herzok y el Gobernador Juan Pujol al ser este depuesto de su cargo. Dos noches habían tenido que anclar cerca de la costa pero les había sido imposible desembarcar debido a la vegetación tupida sobre todo de sarandíes que se adentraban en el río, debiendo dormir a bordo.

Al promediar la mañana del miércoles 1º de Julio de 1857, por fin el contingente llega a su nuevo y definitivo destino, el lugar: un paraje a orillas del Río Uruguay a escasas dos leguas al norte de Paysandú, que llamaban Calera del Vasco Espiro, entre los arroyos “De la Leche “ y “Del Medio “ a escasos 40 Km de la capital entrerriana Concepción del Uruguay, y a 60 del “Palacio San José”, residencia esta del General Urquiza. El propio Sourigues había seleccionado cuidadosamente el terreno por sus fértiles tierras que se extendían al oeste luego del monte rivereño.

Anticipado de su llegada éste, esperaba ansioso el arribo de los viajeros, la primera embarcación en a costar al muelle natural que se formaba gracias a una pequeña barranca en la costa, es la Rey David, el capitán arroja cabos a las personas que se encuentran en la costa y después del amarre desliza una pasarela para el descenso del pasaje. A los Colonos les urgía comenzar a establecerse de una buena vez por todas, pero ahora estaban dispuestos a hacerlo en un lugar conveniente, de hecho ellos componían el primer grupo de tres, en que habían sido divididos para ser llevados a su nuevo destino, (que según les habían contado se trataría de un lugar con buena tierra, enmarcada entre dos arroyos de cristalinas aguas), pero ahora , esa tierra rojiza y pedregosa lavada por el río que tenían frente a sus ojos, para nada se parecía a la descripta, además estaba el monte, ese monte con especies tan desconocidas que ya habían visto en Ibicuy y que ya comenzaban a odiar .

Puesto al tanto de la situación Sourigues pide autorización al capitán para abordar y hablar con los recién llegados, con paciencia y en idioma francés para que todos pudieran entender, les explica que ese no sería el lugar en el que se establecería la colonia, las tierras más aptas se encuentran terreno adentro, casi a una legua de distancia donde el monte costero termina, pero deberían permanecer un tiempo en la costa a la espera de que fueran delineadas las parcelas que le corresponderían a cada familia. Los viajeros están reacios a creer en el relato ¿no había sido acaso este mismo hombre que los había llevado a su anterior lugar tan inhóspito? El Capitán también interviene y explica que el paisaje cambia sustancialmente tierras adentro. Dialogan entre los jefes de familia en patois (su dialecto montañés) y toman la determinación de desembarcar.

Una a una las familias van descendiendo y buscan un lugar a resguardo aprovechando la protección que les brinda el monte tupido, para ello se hace preciso limpiar una superficie pequeña pero no cuentan con las herramientas que cada uno cuidadosamente eligió traer desde Europa, solo han sido embarcados con un pequeño equipaje desde Ibicuy para no sobrecargar las embarcaciones, y estas recién llegaran en los próximos días. Apenados por ver a esta gente soportar tantas penurias los dueños de las embarcaciones acceden a prestarles algunos machetes y hachas.

Cada uno ve la manera de armar su campamento de la mejor manera posible para pasar la fría noche invernal. Sourigues antes de partir nuevamente hacia Concepción del Uruguay, les enseña un poco sobre esa vegetación tan desconocida para ellos y que un buen elemento a utilizar para construir refugios es la paja brava, abundante en el lugar, una hierba de tallos cortantes que crece en matorrales de hasta un metro de altura aproximadamente y que es utilizada por los habitantes del lugar como techos de sus casas .Al marcharse les promete venir al día siguiente con carpas del ejercito provistas por el General Urquiza y comenzar con la delimitación de las parcelas.

Mientras los hombres se encargan de organizar el campamento en la que participan hasta algunas mujeres, otras encienden grandes fogones y ponen a asar trozos de carne que les habían sido preparadas antes de su llegada , al caer la tarde con los trabajos terminados se sientan todos alrededor de las fogatas a comer la carne asada acompañadas de frescas galletas que han sido provistas por la panadería del Palacio San José, esa es una buena comida después de no haberse alimentado bien desde su partida de Puerto Ibicuy. Cada uno come en silencio, ¡¡hay tanto en que pensar!!; ¿Cómo estarán sus parientes al no recibir noticias suyas?, ¡¡Cuanto se extraña el valle y las montañas dejadas!! ¿que les depara el futuro de aquí en mas?; la mirada va y viene, del brillo de las llamas, a esas galletas de harina blanca en nada comparadas al pan negro acostumbrados a comer que se ponía tan duro ,que en ocasiones había que tomar el hacha para romperlo. Y entonces muchos piensan que esas galletas representan toda una esperanza de un porvenir más próspero y una sonrisa se dibuja en sus curtidos rostros, el ánimo se alegra, alguien empieza a cantar una melodía del terruño natal y pronto todos están cantando en ese costero atardecer entrerriano.

Profesor Gabriel Velzi

San José Inmigrantes

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