En efecto, la conmemoración del 14 de Julio constituye un hito en la comunidad durandoniana. Rememorar la Revolución francesa con el triunfo de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad resulta glorioso para la historia de la humanidad y memorable para Durando y su gente. Era día no laborable y festivo; la música, la danza y las comidas típicas marcaban el júbilo de la gran fecha.
Para este 17 de julio, domingo, de 14:00 a 17:00 horas, en las Ruinas del Falansterio, se invita a compartir una tarde en la que el arte, la cultura y la magia del lugar nos hagan disfrutar de un hermoso reencuentro.
DURANDO, UN VALESANO ENIGMÁTICO
Nacido en 1842 en Évionnaz, Valais, Jean-Joseph Durandó funda en la década de 1880, a diez kilómetros de la ciudad de Colón, Entre Ríos, una comunidad socializadora inspirada en fuentes utópicas y cooperativistas, especialmente en las ideas de Charles Fourier, que recibirá el nombre de Falansterio de Durandó.
Llamado el Curandero de Salvan por su iniciación en el conocimiento de las plantas medicinales de los Alpes en esa localidad valesana, Durandó se casa en Suiza con su paciente más emblemática, Emma Pittet, a quien habría sanado de una parálisis en Lavey-les-Bains, cantón de Vaud. Pittet lo ayudará en la dirección de la comunidad hasta su muerte.
Se trata de un establecimiento agrícola-industrial autosuficiente reconocido por la cosecha en campos e invernaderos, las labores de herrería y carpintería, la producción de vinos, licores y dulces y la confección de prendas. El grupo humano, en el que todos trabajan, supera el centenar de miembros y sigue una visión religioso-espiritista en el estricto marco de los principios y normas de su líder suizo, no sin conflictos con la Iglesia católica y el Poder Judicial. Una escuela de artes y oficios para hombres y mujeres, donde se aprende español y francés, así como un grupo musical, consolidan la formación de los participantes.
La vida rural, los talleres, la educación, las normas de convivencia, los rasgos culturales, el espiritualismo, las prácticas de curanderismo y la enigmática personalidad del «Enviado de Dios» constituyen un sitio único, cautivador y hasta mítico en la región.
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