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Cultura

163 Aniversario de la Colonia San José: texto de Héctor Norberto Guionet

En adhesión a los 163 años de la Ciudad de San José, que mejor que sus palabras para recordar esta importante fecha para nuestra ciudad.

En adhesión a los 163 años de la Ciudad de San José, que mejor que sus palabras para recordarlo y celebrar su amor a su tierra natal.

Plantando principios, filosofías y estrellas.

Siempre habrá una sonrisa sostenida desde un recodo del espíritu para sus rostros en lágrimas de alegrías o de penas. Aún en medio de la desolación, un pájaro del monte les cantará por nosotros regalándoles toda su belleza y el sostén de una mirada de adivinable esperanza.

A esta historia, los inmigrantes la comenzaron a escribir a mediados del siglo XIX. Eran los tiempos de la Confederación Argentina con la Capital en Paraná, Entre Ríos y su Presidente Justo José de Urquiza.

1857: ausentes la televisión, el internet los automóviles, las aviones, autopistas y puentes para ayudar a andar a aquel que se hubiera detenido. Sólo carros parlanchino de diferentes estilos tirados por bueyes, o algún carricoche, "sulky", jardinera o "breck", impulsados por caballos voluntarios. Transitaban improvisados y polvorosos caminos pero -eso si- repletos de estrellas bien guardadas. Abundante, la ilusión emigrante, porfiaba en el palpitar de ese sentimiento y en la imaginación.

Una de las regiones del mundo donde la existencia humana se hacía muy dura entonces era la del Cantón del Valais Suizo, recostado a los Alpes. Buscando futuros partió de ahí un grupo importante de emigrantes con destino a la provincia argentina de Corrientes. Había actuado como intermediaria la firma europea "Beck, Herzog y Cía". Hasta aquí todo funcionaba pero, al llegar al país después de dos meses de navegación, la empresa fue informada sobre el rechazo del acuerdo de colonización por parte del nuevo gobernador correntino, aduciendo excesiva demora, en el cumplimiento del acuerdo. Desolado, el señor Beck recurrió a Urquiza. Éste, no sólo aceptó los inmigrantes en su provincia sino que le pidió al agrimensor Charles Sourigues que eligiera de sus propias tierras la que más se adaptara para el trabajo agrícola. Así, respirando hondo, cinco centenares de inmigrantes compuestos por 93 familias suizas, 16 francesas, 2 alemanas y 50 inmigrantes suizos y tres franceses que, solos pero amantes de la aventura, se habían incorporado del brazo de la esperanza. Ese grupo humano fue el fundador de la Colonia San José en la margen occidental del Río Uruguay. Mientras Sourigues delineaba las "concesiones" (entre 26 y 28 hectáreas cada una), estos pioneros improvisaban en la región sus hogares con la ayuda de baúles apilados y sábanas; otros, duchos tiradores, encontraban en el monte la base del sustento diario.

Este exitoso intento inmigrante no estuvo exento de sentido social y el administrador de la colonia fue el profesor francés Alexis Peyret, colaborador del Presidente de la Confederación Argentina.

Todo estaba por hacerse. El grupo había desembarcado el 2 de julio de 1857 siendo el primero en hacerlo, casi como un símbolo, un pequeño de sólo tres años, que formaba parte de una de las familias inmigrantes, la familia Delaloye.

Trazada la colonia agrícola, los inmigrantes crearon un centro de reunión al que denominaron "La Place", (el lugar) y edificaron en él un galpón con techo de paja en el que ellos mismos, a falta de escuela, y maestros educaban a sus hijos y donde se realizaban reuniones y ocasionales oficios religiosos a cargo de un sacerdote venido de Concepción del Uruguay. El nombre de La Place perduró por casi medio siglo, ocasión en que la comuna le cambió el nombre imponiéndole el de Villa San José. A diferencia de los Estados Unidos de América cuya denominación inicial perduró en el tiempo y continúas, como debería ser, entre nosotros La Place sucumbió ante la genialidad de algún iluminado con cuya decisión había aspirado subirse a la historia. A pocos años de la fundación de la colonia, y a ocho kilómetros de "La Place", fue fundado su puerto: "Villa Colón". La visión universalista de Urquiza al darle el nombre al puerto, puede advertirse también en las denominaciones de su primera calle: "América", la principal y el de "Washington" a la primera plaza.

Estos inmigrantes de 1857, que sumaron luz al progreso argentino, fundaron a dos años de su llegada el "Tiro Suizo de la Colonia San José", el primero del país y de América del Sur y el primer "Registro Civil" funcionando a pleno con registro de nacimientos, casamientos y defunciones. Cultivaron la vid y produjeron vinos que obtuvieron lss más altas distinciones en las exposiciones de Saint Louis y Chicago y de la mano del suizo Monsieur Durando , un centenar de colonos intentó la aplicación práctica de una vida en comunidad.

Y se multiplicó el número de estancias que se dividían para recibir a los nuevos inmigrantes alpinos atraídos por el éxito de sus predecesores. Así las estadísticas registraron dos años después de arribo del los 530 pioneros, a inmigrantes espontáneos y a cientos de suizos y saboyanos, matizados con algún alemán o tirolés, que al parecer no quisieron perderse el barco. Los buques conductores que desde Burdeos, fueron: el "Jeanne" que condujo a 150, el "Stella" 137 y el "Turenne" viajaron 157 emigrantes antes fines de 1857 y principio de 1860. El 7 de abril de 1860, proveniente del puerto Génova, arribó el buque "Vicente Gianello" con un pasaje de 105 inmigrantes (61 adultos varones y mujeres y 44 menores) todos piamonteses. El 21 del mismo mes desembarcó del "Riviére d´Abord" otro aporte humano: 146 inmigrantes suizos y 4 saboyanos. Los buques "Elisabeth" (48 pasajero) y "Theodore" (116 pasajeros) transportaron nuevos contingentes de suizos y saboyanos. El pasaje del "Galilée" que naufragó en el Río de la Plata, después de un viaje de meses, llegó finalmente a la Colonia el 3 de abril de 1861 con 103 inmigrantes, todos franceses de Saboya. En él había viajado sus seis años acompañado de sus padres y abuelos Lo hicieron con un pasaporte otorgado por "Le Roi de Sardaigne", un reino sardo fugaz que, políticamente, además de Cerdeña también integraban la Savoie y el Piamonte. Nuevamente en el "Riviére d´ Abord" transportó un pasaje de 141 suizos y 8 saboyanos. El 7 de julio de 1861 llegó en el Assumptione un segundo grupo de 46 piamonteses mientras en el "François Theodore" arribaba un esperanzado contingente de 43 inmigrantes suizos que continuaron llegando, en cifras menos significativas, especialmente hasta 1865.

La vida de aquellos colonos del siglo XIX en Entre Ríos es riquísima en relatos y en anécdotas pigmentadas más veces por un toque económico y otras filosóficos que no deja de sorprender. Así el de Jean Joseph Bastian, médico suizo recibido en Lyon, Francia quien a los 41 años formó parte del grupo pionero de inmigrantes de la región: se estableció cercano a "La Place" con unas pocas hectáreas de tierra que, a corto plazo, debió instrumentar como granja porque, su ilimitada bondad consagrada a sus semejantes, hizo que los colonos le pagaran cuando podían y con especies: gallinas, huevos, frutas. Y se organizó también como apicultor. Siendo adolescente, escuché a alguien de la familia referirse a aquella vocación de servicio de ese ser humano que, a los 41 años embarcara esa filantropía en el puerto de Le Havre con rumbo a América: una de sus nietas presente, con inocultable molestia cincuentona, reaccionó entonces a través de un ¡bah, bah, bah...!con el que lo dijo todo. Y me hizo prensar en los tiempos de cada uno y en la filosofía del tatarabuelo materno, aquel escritor de humanidad entre nubes con brazos de espiga y espíritu altruista.

En cuanto al colono Joujon Buet se lleva seguramente el premio a la imaginación: establecido por la flamante comuna un impuesto a los vehículos "con dos y cuatro ruedas" él se construyó una "tricicleta", con lo que eludió la determinación oficial.

Las "deschaladas" (quitar la chala a la espiga de maíz) se realizaba una vez al año en cada granja. A ella como sucedía con las "carneadas" concurrían los colonos vecinos y sus familias, para ayudar. A su término, el dueño de casa ofrecía una fiesta, con música y baile, durante la cual las damas mostraban sus habilidades culinarias, sin excluir "les rejoulets" (los pasteles); claro que, inevitable, entre los pasteles había uno en cuyo relleno, al dulce, lo había reemplazado un toque colono de poesía: lana de oveja. Al servirlos, al joven de su predilección, la dama -sin palabras- cuidaba que tomara el pastel en cuestión. Todos festejaban la broma, entendiendo la luminosidad de la pareja en formación.

Alexis Peyret consideraba que "el aniversario de la fundación de una colonia es más importante que el de una batalla". Aquel visionario maestro, templando el alma inmigrante, durante un aniversario de la colonia San José en el siglo XIX, agregaba: "Primero está la humanidad; antes que ciudadano de un cantón, el hombre es habitante del globo, es ciudadano del universo".

También un mensaje del agrimensor Charles Sourigues nos ayuda a comprender aquel temple y el amor por la Patria: "Las generaciones que recojan mis enseñanzas podrán decir si al servicio de la educación común o empuñando la lanza en las batallas, fui menos argentino que los nacidos en esta tierra". Murió peleando por Entre Ríos Aquellos que acariciaron con un mirar sin límite las "cuchillas", el monte, el río y la tierra al desembarcar en el Entre Ríos hace más de un siglo y medio, vivirán en la memoria y en el corazón de los que les sucedieron sosteniendo sus sonrisas de esperanza y sus principios.

Conscientes de esta epopeya singular, en este ahora bicentenario de la Patria, la mente se emociona al evocarla, disfrutando del sabor de un tiempo fundacional de humanidad que ayudó a hacer el país de los argentinos.

Héctor Norberto Guionet.

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